favor, admite, sin palabras especiosas, la enormidad de tu ofensa; confiesa que eres digno de muerte, y que nada te resta excepto que yo por misericordia te perdone. Si procuras atenuar tu crimen, si pretendes con alguna excusa encontrar absolución, nada ganarás.” De este modo es que el Señor procede ahora con este pueblo: Convertíos a mí, dice; primero, con sinceridad; luego con ayuno y lloro y lamento; es decir, “Haced evidente que deseáis apartar la ruina que merecéis, pues una contrición moderada
Page 29